"La bella y la bestia que leyó Marx"- Natanael Hildt
Parecía que pasaba, pero se detuvo. Le tomó un instante desarmarme con su mirada. Ojos brillosos y grandes, tez perfecta (quizás un tanto pálida), anteojos, pelo corto y rulitos cuidados. Me quedo corto, no se puede describir tanta belleza. Su ropa era sencilla, remera negra sin mangas (juraría que no llevaba sostén), pantalón de jeans suelto, un tanto hippie o setentera.
Parecía que callaba, pero me miró y me llamó a la existencia con sólo dos palabras:
- ¿Hay alguien?
Quedé en silencio por unos instantes, en mi cabeza fue una eternidad. Justo, cuando parecía que respondería seguro, la volví a ver y perdí, tartamudee.
- Ta' ta' libre (que ridiculo y vencido se debe haber escuchado)
Descansó su guitarra en el sillón, a mi lado:
- ¿Vos ya te vas? ¿Puedo dejarte las cosas un ratito? Voy a comprar algo para comer y vuelvo.
Tragué saliva, como quien entierra lo increíble.
- Sí, tengo hasta las nueve para esperar, voy a estar acá… Como si en se momento me hubiera podido mover. .
Se aleja suavemente, gira, me vuelve a golpear con la mirada, y me pregunta
- ¿Queres algo?-
Yo cráneo adentro me digo ¿otra vez? no te das cuenta que me estás pegando la paliza de mi vida con esos ojos ¡Qué se yo que es lo que quiero! ¿¡Qué sé yo de que color son verde, marrones!?
- No, gracias- respondí
Y cuando parecía que no iba a ser tan estúpido, mientras se alejaba, susurré quizás para no revivir ninguna pérdida de algún pasado cercano.
- ¡A lo sumo te agarro la guitarra!
sonrió como diciendo “sabes tocar”, pero lo dió por hecho y respondió.
- Es para zurdo (o está para zurdo, no recuerdo muy bien su expresión).
“Casi”... por primera vez me salvó un “casi” de la estupidez. Estuve a punto de responder, yo leí “El Capital de Marx”. Sí, sí... Así de estúpido, así de desarmado.
Volvió con una cerveza en una mano, la traía destapada con la tapita arriba, era toda una equilibrista. En la otra, una bolsa plástica, adentro otra bolsa de papel con empanaditas. De haberlo sabido me declaraba muerto ahí nomás por vos.
Parecía, que se me retiraban las maldiciones y desgracias. Por un momento fue así. Hasta que volvió una sola de ellas, mi timidez perdida, pasé 45 minutos escuchándola y sonriendo, le puse la actitud de mi vida. Solo, y sólo me quedé con un puñado de datos. La crucé en Retiro, era entrerriana como yo, pero ella de Chajarí, zurda, toca la guitarra, le gusta el fútbol como fenómeno social, aunque no sabe ocultar su admiración por Palermo y Román.
Parecía que hoy no escribiría, que no iba haber nada que contar, y aquí estoy, con el calor en la cara, lamentando mi torpeza y timidez, ese respeto en exceso que ni siquiera me dejó un contacto.
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